Así mataron y desaparecieron las pandillas a dos jóvenes en El Salvador
Una persona escuchó por varias noches a un grupo de pandilleros comentar cómo asesinaron y desaparecieron a dos jóvenes. Este es el relato que compartió con Diario La Página.
Un ciudadano contactó a Diario La Página para compartir la historia de cómo dos jóvenes fueron asesinados y desaparecidos a manos de las pandillas. Esta persona aseguró que por varias noches consecutivas un grupo de pandilleros se concentraron en las afueras de su vivienda a altas horas y recordaban con burlas y risas cómo desmembraron a dos jóvenes que aún se mantienen desaparecidos.
Hasta el momento, la persona que escuchó las confesiones de los mareros no ha acudido al policía por temor a que le pase algo a él o a su familia. También pidió ocultar su identidad y modificar algunos datos de su relato para evitar ser identificado.
Según lo dicho por los mismo pandilleros de la 18 y escuchado por nuestra fuente, el caso comenzó cuando los mareros que controlaban un instituto público se dieron cuenta que algunos de sus movimientos estaban siendo seguidos por miembros de la Mara Salvatrucha (MS), información que les había provocado la muerte de algunos de sus compañeros.
Los miembros de la 18 comenzaron a indagar quién sería el “soplón” dentro del centro de estudios y finalmente echaron las culpas a un joven de 18 años.
Los pandilleros comenzaron a seguir los pasos de José (nombre ficticio) hasta estar seguros de que él era el informante. Un factor crucial para que las sospechas recayeran sobre él, era que residía en una zona controlada por la MS y que algunos de sus amigos eran miembros de esta pandilla.
José siempre se hacía acompañar de su amigo Manuel, de la misma edad, quien al parecer no colaboraba con las pandillas, pero conocía la actividad de informante que realizaba su amigo y de alguna manera lo hizo cómplice.
Una mujer fue la carnada que usaron los pandilleros de la 18 para acercarse a los jóvenes; poco a poco la mujer comenzó a ganarse su confianza y mantener una relación amorosa con ambos, hasta que les propuso realizar “un trío sexual”, por lo que programaron el encuentro a la media tarde del último día en que los vieron con vida.
Después de abordar un automóvil con la mujer, los jóvenes fueron trasladados a una zona rural y ahí fueron entregados a la pandilla 18 donde al menos 15 sujetos los esperaban en una casa “destroyer”. Para doblegarlos, les cayeron a golpes.
Mientras los jóvenes eran cuestionados al interior de la vivienda, en las afueras otro grupo de pandilleros custodiaban la zona para asegurarse que no se asomara ningún miembro de la policía o militar en patrullajes conjuntos.
El cuestionamiento inició sobre su pertenencia a la MS, lo cual ambos negaron; sin embargo, el teléfono celular de José mostraba mensajes de texto, whatsapp y llamadas con pandilleros reconocidos de la mara contraria. En el teléfono de Manuel no encontraron nada, según continúa el relato.
“Si quieren salvar su vida tendrán que cogerse entre ustedes”, les ordenaron los pandilleros y los obligaron a practicarse sexo oral y anal, pero no fueron liberados.
Posteriormente fueron llevados a cuartos distintos, donde a ambos les dijeron que el otro lo había delatado y que había “soltado la lengua” sobre su pertenencia a la MS. A José le pidieron que cortara un dedo de la mano de Manuel; y a Manuel le pidieron apuñalar a su amigo. Ambos cumplieron, pero tampoco los soltaron. Lloraban y suplicaban que los liberaran, pero los ruegos no conmovieron a los verdugos.
Los cuerpos fueron desmembrados
Después de varias horas de estar sometidos a torturas físicas y mentales, ya casi a la media noche, los pandilleros llevaron a los jóvenes al traspatio de la casa de un anciano colaborador de la estructura criminal y comenzaron a desmembrar vivo a José, mientras que a Manuel se le ordenó cavar el agujero en el cual sería enterrado su amigo. Hasta este punto Manuel aún conservaba la esperanza de ser liberado.
Frente a Manuel, los pandilleros cortaron las manos a José, el antebrazo, los pies y las piernas y terminaron el acto macabro cortándole la cabeza.
En esta misma escena, un joven de 16 años fue iniciado en las pandillas a quien encomendaron recoger los pedazos del cuerpo de José y depositarlos en un saco para ser depositados en el agujero que cavaba Manuel, y así lo hizo.
Pero su requisito de iniciación no llegaba hasta ahí: también debía apuñalar, con ayuda de otros mareros, a Manuel hasta matarlo, situación que enfrentó y luego contribuyó al desmembramiento del cuerpo. Posteriormente, el nuevo marero puso los restos de Manuel junto a los de José y procedió a enterrarlos.
“José era hijo de mi amigo”
Durante las pláticas que los pandilleros sostuvieron afuera de su casa, la persona que escuchó los relatos, cayó en la cuenta de que uno de los asesinados era el hijo de uno de sus amigos, el cual había sido reportado como desaparecido unas semanas atrás.
“No podía seguir callando esta situación y por ello decidí hablar con ustedes para expresar lo que lamentablemente sé, pero no he tenido el valor de decirle a mi amigo”, aseguró la fuente.
El angustiado hombre expresó que después de conocer cómo se acabó la vida de estos jóvenes no ha podido conciliar el sueño, regresa del trabajo y se encierra en su vivienda, para no tener ningún contacto con alguno de estos criminales.
Finalmente, el hombre reiteró que desea revelarse a su amigo dónde está enterrado el cuerpo de su hijo, pero tiene temor de verse involucrado, y que su vida y la de su familia corran riesgo ante la situación de criminalidad que mantienen las pandillas en El Salvador.