Yo medio senti que se estaba moviendo mi escritorio y pense que el viento estaba moviendo el edifico. En ningún momento pense que el todopoderoso creador de los cielos y la tierra estuviera castigandome. Asi como tampoco, durante aquella mañana del Sabado 11 de enero de 2001, mientras el asfalto de las calles de San Salvador se movia como las olas del mar y cientos de personas eran soterradas bajo los deslaves, pense que fuese un castigo.