Náuseas. Eso me produjo la masacre de Mejicanos a plenas seis de la mañana del lunes pasado. Con horror leí cada noticia publicada en casi todas las versiones electrónicas de los diarios salvadoreños. Y más al saber que, aunque hubieran podido salir del vehículo, la muerte se presentaba en forma de bala. En las fotos publicadas, no se observa que el vehículo tuviera barrotes en las ventanas laterales. Tampoco lo he escuchado. Lo cierto es que esta tarde, mientras volvía de una diligencia, me preguntaba si el uso de esos tubos, típicos en los microbuses del transporte colectivo, es legal o ilegal. Se me vinieron algunas consideraciones: En cada extremo, los tubos están sujetados con tornillos golosos de aproximadamente una pulgada y media. Son dos, con apenas 30 o 40 centímetros de separación; un espacio, por demás, reducido. No sé como calcular el calibre; aunque lo cierto es que es grueso. Bastante como para que se doble con facilidad. Si son legales, entonces, nuevamente, las autoridades de transporte no aplican el reglamento de la misma forma para todos los microbuses, ya que muchos de ellos circulan esos caños. Si no lo son, entonces, por enésima vez, los transportistas hacen y deshacen a su antojo lo que se les ocurre. Como la noria posterior, tanto en microbuses, como en buses. He visto casos en donde algunos pasajeros pasados de peso se enfrentan a la dificultad de salir por la estrechez obligada. Lo interesante es que este fenómeno ocurre mayormente en el transporte colectivo de la capital; en donde, también, no se respetan los 40 kilómetros por hora permitidos. No es habitual en los interdepartamentales. Entonces, queda en manos de la Policía de Tránsito aplicar el reglamento sobre el uso de estos recursos; y del Viceministerio de Transporte en aplicar las sanciones correspondientes en caso de existir alguna violación a las normas.
Señores empresarios de buses. Vean esta foto y por favor quiten esos tubos.